• 28 de Junio, 2019

¡Oh, si pudiéramos ser llamas de fuego al servicio de Dios!

Si entendiésemos cuál es el propósito de Dios para el que nos llamó, no tendríamos que estar esperando predicar en un púlpito, estaríamos en las calles buscando cómo ser instrumentos en sus manos.

Si queremos ganar vidas para Cristo, debemos ser hombres y mujeres que amen vivir de rodillas, sumergidos en el fuego del Espíritu Divino. Mis hermanos, no se puede descuidar la llama del Espíritu sobre el corazón, pues ella es un arma poderosa para vencer los deseos del mundo, y servir eficazmente. 

Con este poder, evitaremos experimentar la oscuridad, la soledad y la inseguridad. Con nuestras propias fuerzas nos cansaremos y perderemos la batalla, pero con la llama del Espíritu Santo en nosotros, somos más que vencedores. Si Él va con nosotros, ¿quién contra nosotros?

Recordemos lo que Jesús dijo: “no solo el que diga, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino aquel que hiciera la voluntad de su Padre”. Todo lo que necesitamos para llegar al final de la jornada, lo tiene el Señor a través de Su Palabra. En ella hay sanidad para el enfermo, hay fuerza para el débil, hay luz para el que esté en tinieblas.

La Palabra de Dios es la que muestra el camino a seguir, para que al que no tenga refugio se le abra una puerta. Mis hermanos, la palabra es clara. Necesitamos quitar todo lo que esté estorbando, robando y apagando la comunicación con nuestro Padre Celestial.

 La iglesia de hoy no puede seguir esperando y dependiendo de un avivamiento, una campaña, o una palabra profética que encienda sus corazones. ¡La iglesia de hoy necesita la revelación del poder del Espíritu Santo!

"¡Queremos ser llamas de fuego a tu servicio! Bendito Dios, déjanos subir y estar muy cerca de ti, amar y anhelar tu presencia. Nuestra alma sedienta necesita de esa hermosa gracia que cala en lo más profundo de los corazones".

Dios sigue ministrando a Su pueblo, usando a sus instrumentos. Agradecemos la visita internacional desde Perú del Rev. Marco Antonio Neira y del Rev. Marco Rau Laura. ¡Guatemala sigue adelante!

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